REVIVAL CANTÁBRICA
6-9 Diciembre de 2018
Se presentó de nuevo un puente de
Diciembre, de los Puentes de Diciembre de toda la vida, que hicieron las
delicias de este que os habla durante casi dos décadas al permitirme encadenar
varios días de escalada con gente diversa y en destinos variopintos.
Fue una auténtica novedad este
año elegir como destino las frías tierras leonesas, capaces de congelarte a las
9 de la mañana con cero grados de temperatura y escalar sin camiseta a pleno
sol dos horas más tarde. Y además, que en tres de las cuatro actividades que
hiciéramos, se apuntara un buen compañero de hazañas de antaño, el genio y
figura del Chorbo, que aprecia por igual las tres fases de cualquier jornada de
monte: café, tapia y cervezas.
El guardés del Pico, o lo que es
lo mismo, don Raúl Redondo, no pudo venir por motivos de agenda, al igual que
Alfonso que prefirió trabajar para seguir levantando el país.
Al timón de la Merche, o lo que
es lo mismo, la furgo con la que partimos, el bueno de Juan Carlos,
ansioso de salidas, trepadas y evasiones por más que tuviera que aguantar a un
compañero de viaje tan trasnochado y caduco como yo.
Y así partimos el miércoles 5 a media tarde, en dirección a la Cantábrica, repostando como no podía ser menos en mi querido León natal, en uno de esos bares con buena tapa, y al cual se acercó el gentil de Chesi, sobre todo para darnos muchos ánimos y desearnos suerte en nuestra empresa, pues, ¿a qué lunáticos se les ocurriría en estas fechas orientar la brújula hacia la siberia española?
Las horas siguientes se consumieron con cerveza, ese invento que te permite acortar el tiempo que en invierno pasas desde las seis de la tarde a las diez de la noche, primero en el balneario de Caldas de Luna y luego en Pola de Gordón, en compañía de la familia de Navarro, que se apuntó a la tertulia. Bueno, tertulia ellos, porque mi catarro derivó en laringitis, y no podía ni articular palabra.
El cuarto largo lo resolvió hasta
casi la cumbre Juan Carlos, y lo hizo rápido, menos mal porque yo ya estaba
pensando en llamar al helicóptero del frío que tenía.
Esta vez guardamos el hambre para
una cena en condiciones en Boñar. Con el auxilio de un cepas viejas llenamos la barriga y vaciamos el
monedero. Pero estábamos vivos una vez más y había que celebrarlo.
Ya en casa, por fin podré curar el maldito catarro.
Y así partimos el miércoles 5 a media tarde, en dirección a la Cantábrica, repostando como no podía ser menos en mi querido León natal, en uno de esos bares con buena tapa, y al cual se acercó el gentil de Chesi, sobre todo para darnos muchos ánimos y desearnos suerte en nuestra empresa, pues, ¿a qué lunáticos se les ocurriría en estas fechas orientar la brújula hacia la siberia española?
Era media noche cuando las
congeladas calles de barro de la Vega de Robledo recibían la llegada de dos
pasajeros somnolientos buscando un sitio llano donde dormir. En el aire, estrellas
y un frio cortante como el demonio. De entre las sombras, apareció negruzca la
estatua al mastín, emblema de este pequeño pueblo, y que bien merece la pena
conocer.
Antes de deslizarme en el saco,
me percaté de que el catarro que notaba era sólo el asomo de lo que me esperaba.
EL JUEVES: LA PEÑA SUCA CABRÓN Y LA VÍA MUFIS.
Son las 9,30 y el Chorbo ha
llegado puntual a su cita. Para mí, la cosa no ha empezado bien, porque he
metido ambos pies en el agua de la acequia nada más salir del pueblo (menudo confort
para el resto de las horas por venir) y porque ya en la base, a cincuenta
minutos del coche, me percato de que he olvidado parte de mi material. Bien.
El primer largo lo empieza
Chorbo, se trata de un largo tranquilo de toma de contacto. Pero el segundo de
tranquilo no tiene nada, ya que sortea un techo y avanza por unas fisurillas complicaditas.
De hacerlo se encargó Juan Carlos, con su tramposa de 5 kms., sin prisa y sin
pausa, y bastante me alegré yo de no haberme tocado semejante ogro. El tercero,
que arranca con un compacto muro, me tocó a mí, y lo aceré perfectamente a
vista. Era curioso ver cómo la sombra avanzaba en vertical casi más deprisa que
nosotros. Los dos últimos largos los terminó Chorbo, llegando hasta la cima (la
gente suele repelar sin hacer el último largo). Huimos del frío atardecer como
alma que lleva el diablo, destrepando con cuidado hasta la brecha que separa la
Peña Suca del Caballín.
Las horas siguientes se consumieron con cerveza, ese invento que te permite acortar el tiempo que en invierno pasas desde las seis de la tarde a las diez de la noche, primero en el balneario de Caldas de Luna y luego en Pola de Gordón, en compañía de la familia de Navarro, que se apuntó a la tertulia. Bueno, tertulia ellos, porque mi catarro derivó en laringitis, y no podía ni articular palabra.
Dormimos en Vegacervera, en un
lugar tranquilo desde donde se podía intuir la fantasmal sombra de las paredes
de las Hoces.
EL VIERNES. PEDROSA Y SUS VÍAS
A través de esas Hoces pasábamos
sobre las 10 de la mañana, rompiéndonos el cuello identificando tantas rutas en
el recuerdo…Son tan angostas que el sol apenas entra, por eso escalar aquí en
Diciembre es una locura, salvo que entrenes para ir al Mac Kinley.
No nos extrañó por tanto que no
hubiera ni el tato en el aparcamiento de Valverdín. Partimos con cero grados
hacia la pared y cuando llegamos a la zona soleada era un espectáculo ver cómo
se evaporaba la escarcha. Sí sí, muy poético todo pero seguíamos congelados.
Cuando empezamos la Escalera
Mecánica aún llevábamos los forros puestos; cuando la estábamos rapelando ya
hacía calorcillo. Mejoró aún más la cosa con la Chuchi Norris (el segundo largo
es alucinante), y acabamos sin camiseta en las vías de deportiva. Como nos
habíamos olvidado cualquier tipo de cosa comestible abajo, las tripas empezaron
a quejarse; aun así, apuramos de narices y fuimos de los últimos en bajar: los
brazos ya no daban para más. ¡Oh, qué vías… Oh!
La zampa que nos metimos fue
bestial, tanto que luego ya no pudimos ni cenar. Pero la tarde nos dio para
sumergirnos en las termas de Gete, las cuales parecían estar templaditas, hasta
que descubrimos que estábamos tiritando y salimos despavoridos. Al menos nos
quitamos la roña.
Liquidamos unas cervezas en
Aviados y pal sobre, esta vez protegidos por la vía mítica del Sol sobre
nuestras cabezas.
La laringitis se había
transformado en faringitis.
EL SÁBADO. EL PICO TORRES Y LA VÍA PORRIÑO.
El lugar de la quedada con Chorbo
fue Boñar. Allí donde den café y pincho de tortilla por uno diez, allí
estaremos siempre.
Tras preparar los macutos en el
aparcamiento de la Raya, en lo alto del Puerto de San Isidro, iniciamos la
marcha de aproximación, una vez más de manera errónea. He venido aquí muchas
veces y nunca he pillado a la primera el dichoso camino.
Nos cruzamos con un grupo de andarines,
uno de ellos al enterarse de que íbamos a escalar comentó “o sea que tenemos
espectáculo”, lo cual apuesto que lo dijo con retintín porque conocía la
historia de mi vida.
Empezó el Chorbo, que venía
motivado, y la verdad es que se lo curró muy bien empalmando los dos primeros
largos, el segundo realmente delicado. En el tercero enmendó mi miopía y pasó
de nuevo en cabeza, acertando con el itinerario correcto, bastante secreto
porque como bien se lee también en internet, es todo igual y encima las chapas y
clavos oxidados se camuflan con el color de la roca.
Recogemos cuerdas, mal tragamos
los polvorones de Chorbo (auténtico fanático de este complemento navideño), nos
despedimos de la reunión última de la directísima, y de rapelar pasamos,
tiramos hasta la cumbre y bajamos andando como en una hora, recalando por fin
en el bar, que ya tenía los botellines preparados. Fue una decepción saber que
habían robado el libro de piadas, porque me hubiera gustado releer las tonterías
que puse hace ya más de 25 años cuando hice la directísima.
La dormida fue en la zona de las piscinas
de Boñar, justo donde hiciera yo de niño un campamento al que nos mandaron las
monjas. Allí no aprendí a montar tiendas canadienses, pero descubrí en toda su
amplitud el concepto de jolgorio.
La faringitis se estaba
transformando en sinusitis.
EL DOMINGO. VALDEHUESA FOREVER.
Terminó el puente en las
blanquecinas paredes de Valdehuesa, recordando vías como Mi Primera Embestida, Rabo de Nube, Todo eso que nos arrebata el
viento, Paco Jones…
Una vez más comprobé que el quinto más es comparativamente con tu
estado de forma el grado más duro de cuantos existen.
Terminamos por poco con las
cervezas de la furgoneta, apurando las pocas viandas que quedaban, y tras un
carajillo en Boñar, nos despedimos del Chorbo mientras nosotros nos volvíamos a
Madrid.
En ruta, evoco otros tiempos,
inevitables pensamientos que me surgen cuando visito estos parajes. Pienso en
la gente con quien vine, en los que abrían, en las primeras repeticiones, en los ridículos gatos y arneses que llevábamos…cuánta aventura.
Ya ha llovido desde los ochenta y los noventa. Entonces éramos imparables y nuestra mente no necesitaba más futuro que llegar a la cadena. La caliza sigue siendo la misma, pero los ojos que la ven ya no. ¿Que qué es la escalada? Aquello
que ya no volverá.Ya en casa, por fin podré curar el maldito catarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario