
Mientras el Guiñales que también andaba por ahí se dirigía a la Leiva, pactamos con Ester Bullido y Esteban que también iban a la Murciana que fueran delante, ya que bien es sabido que los octavogradistas suelen escalar más rápido que los que cuartogradistas, y siempre es cómodo no tener que sacar el croquis.

La verdad es que fuimos bastante rápidos, excepto en el largo del desplome, donde yo acabé con un cintajo en la oreja, otro en la entrepierna, una cinta bajo el calzoncillo, y un lio de cuerdas que pa qué. ¡Si ya dice el Lillo que el artificial es organización! Pues en mi caso, me veo haciendo el curso CCC de artifo, qué horror!
La reunión colgada me pareció un suplicio para mis riñones, porque no llevaba estribos, y a partir de esos sombríos largos empezamos a despertar y a disfrutar algo más de la vía, que hasta ese momento nos estaba dejando helados entre otras cosas por el viento que no paraba de soplar.

Hubo tres largos espectaculares, los dos últimos y el que sigue a la reunión común con la Rabadá. El resto fueron largos majos, aunque siempre en alerta por el estado de la roca, no siempre bueno. La única incidencia reseñable, que se nos atrancó la cuerda en un rápel y la Bullido cogió un rebote que no veas, tuvo que hacer horas extras para recuperar la cuerda!
Al final, palizón porque bajamos la misma tarde al coche.

Las fotos son gentileza de Esther Bullido.