domingo, 1 de agosto de 2010

RABADABADUUU!!!!

Siempre he preferido las tapias a la deportiva, y dentro de la clásica, las de dos apellidos son para mí las mejores: Rivas – Acuña, Pidal – Cainejo, Martínez - Somoano, Carrillo – Cantabella, Vidal – Farreny, Anglada – Guillamón, Rabadá – Navarro…




Igual es porque en deportiva me meneo menos que Epi y Blas en una cama de velcro, o que cada vez soporto peor el tufillo del “tanto grado haces tanto vales” o “tanto aseguras, tanto vales” que abunda últimamente, o quizás sea porque me da miedo caerme – Aunque sea de un parabolt – o puede ser que de siempre me haya tomado el deporte como lo que es, un hobby donde no merece la pena sufrir y machacarse, que para eso ya tenemos el trabajo.



Aunque yo creo que prefiero las tapias de dos apellidos porque me considero más montañero que escalador.



En junio de 1998 empecé a meter mis primeros cacharros en Galayos (pa haberme matao), y en agosto de 2001 subí por primera vez al Urriello por la sur, bueno, para ser más exactos, hasta el primer par de anillas desde donde pude bajarme. 10 meses después conseguí subir por primera vez con Fernando y Farma.



El caso es que el Picu, visto desde el refu impresiona. Por aquellos tiempos la Oeste era para mi un territorio reservado a los grandes escaladores, así que los años siguientes me centré en la este. Superé la Cepeda y su terrorífico rompetobillos, la espejismo de verano, la Martinez Somoano etc, etc, etc. También conseguí la histórica Pidal – Cainejo al segundo intento. Conforme voy haciendo vías, cada risco acaba ligado para siempre con las personas con las que lo compartí de esa época recuerdo a María, Jorge, Álvaro, Pedro, Merche…



El caso es que durante todo ese tiempo la Oeste seguía llamándome. Y a base de escalar y estudiar la pared, fui inconscientemente trazando un camino para algún día poder hacer esa mítica Rabadá - Navarro. La idea era conocer el terreno previamente para que cuando llegase el día, tener la cosa lo más controlada posible. Y eso significaba:




  • Conocer perfectamente como bajarme de la cima aún con lluvia o por la noche.



  • Subir y bajar por la sagitario, para conocer así los tiros de la torca.



  • Hacer antes la Murciana para conocer así la línea de escape tras la travesía.

Poco a poco fui haciendo los deberes, y la semana pasada surgió el momento de hacer esa vía. No las tenía todas conmigo; la verdad es que el curso ha sido malo escalatoriamente hablando, pero la decisión estaba tomada: conocía las bajadas, la vía, tenía el compañero ideal, suficientes recursos para moverme por la pared, y se que tengo el grado lo suficientemente consolidado para no preocuparme por los alejes. Así que la decisión estaba tomada: mañana ya no había nada que pensar.




Decía el Pidal que la niebla de ese día les posibilitó subir a la cumbre hace más de 100 años; en nuestro caso, fueron los ronquidos de mi compi los que nos permitieron hacer la vía. Ahí va el relato:




La idea era despertarse sobre las 7, pero una media hora antes, cansado de oír la locomotora presidencial, decidí levantarme, y cuando estaba vistiéndome, oí como mi compañero se levantaba también. No se que hora sería, pero estaba claro que había llegado el momento.



En mi caso, en estos primeros momentos funciono mejor pensando poco. Que si me como unas galletas, plantar un pino, ponerme el arnés, cacharros, cuerdas, y sin más tirar para arriba. Creo que la única frase que nos cruzamos antes de llegar a pie de vía fue “¿quieres que caliente leche? – No”



Paso por el refugio y veo re reojo a un escalador preparado para salir que me mira con cara rara. Esto huele a carrerita matutina y efectivamente tocó correr un poco. Pero el caso es que nos metimos antes que ellos, a las 8:30. Si no nos hubiésemos levantado antes, se los habrían metido por delante y el caso es que los de atrás iban lentos, muy lentos.



El día anterior quedamos en que yo me daba los primeros largos, que para eso soy el poder del acero y me pone cachondo agrarrarme a los cacharros y meter el pie en la cinta. Los primeros cuatro largos cayeron enseguida en dos tiradas, y a partir de aquí la cosa bajó mucho de dificultad, así que recogimos los pedales. La cicatriz me encantó, muy aérea y disfrutona. Monté reunión a mitad para ir estudiando el acceso a la travesía 40 metros más arriba.



Luego los tiros de la torca, parada obligada para comer media barrita, y beber un poco antes de seguir: diedro para arriba, ves la flecha y giro a la izquierda y allí está la reunión y la famosa vista de la travesía que tantas veces había visto en las fotos.



La travesía fue espectacular. Toda una lección de humildad hacia Rabadá y Navarro que a principios de los 60 se metieron por allí. Mientras pasamos, los de abajo se pierden a la salida de la cicatriz. Les damos indicaciones para llegar a los tiros de la torca y no saben que es eso. UF! Yo seré un cobarde, pero algunos tienen unos huevos…



El gran diedro resultó ser de 90 metros en vez de 70, lo hicimos en dos largos a tope de cuerda desde la reunión de la directísima dejando sin chapar la parte de abajo para evitar el roce de cuerdas. Los últimos metros del diedro fueron durillos, por el roce y el ir ya pelao de material. 60 metros justos.



De aquí ya bajada a Rocasolano, otra barrita, un trago de agua y recolocarse el material que hacía varios largos que estaba más desordenado que mi habitación. Una tirada a tope de cuerda hasta la repisita donde se quedaron enganchados los cuerpos de Lastra y Arrabal en su fatídico intento invernal. Los siguientes largos se los dio mi compañero, haciendo gala de su morrito pedricero, ya que resultaron ser algo expuestos y delicados. Menos mal que no me tocaron a mi.



Un poco más arriba tratamos de decidir quien se da el largo cimero y finalmente el Urriello decidió por nosotros, ya que a las 6, llegamos a la cima juntos y andando con las cuerdas a la espalda.



Para mi ha sido una experiencia; un punto y aparte en mi faceta escaladora. Como toda vía, he ha abierto el apetito por hacer otra cercana, pero eso será el verano que viene. Al llegar a casa volví a leer toda la información que tenía sobre la Oeste. Ahora, esa parte de la historia de la escalada se ve con otros ojos.



Como escribí más arriba, cuando haces una vía, esta queda ligada para siempre con la/s personas con quienes la has compartido. Dentro de muchos, muchos años, cuando ya esté viejo para escalar (más o menos como ahora), espero poder subir a la Vega de Urriello, mirar para arriba y recordar ese 28 de julio, y sobretodo con quienes compartí ese día.



Y ahi van las perlitas de ese día:

Los sevillanos:



  • "Puez entonzez nozdejaiz pazar en la siguiente reunión"

  • ""¡Que hijoz de puta, como corriaiz!"

  • "Pazado mañana zubimoz por el pilar del cantabrico, ¿Ze puede rapelar dezde la R9?"
Los de la cima al día siguiente:


  • "El año pasado había alguien en la Murciana vestido como tu gritando también lo de hay que follar"
Pies de Barro:


  • Si estás con la parienta y te da un gatillazo, entonces dices: No pasa nada, cariño, total, ya he hecho la Rabada"
Lagarto Juancho:


  • "Hummm, creo que esto puedo dármelo en libre. Espera, que saco los pedales."

  • "Al loro, que voy a caer como fruta madura"
Lagarto Juancho.

P.D.

NO HAREIS DE MI UN LOLO,
MATAOS!!!